martes, 29 de enero de 2013

Abuelo.

Estaban un día un abuelo y su nieto en el campo, el niño jugaba con el trigo mientras veía como su abuelo trabajaba duro en la tierra. Su abuelo era un hombre de unos 50 años, con el pelo castaño siendo fundido por un blanco que jamás podrá detener, de grandes ojos marrones y estatura media, pero sin duda lo que más caracterizaba a aquel hombre era su sombrero. Siempre que el niño veía a su abuelo él llevaba aquel sombrero, pasará lo que pasará, estuvieran donde estuvieran. Un día el niño decidió preguntarle a su abuelo el porque llevaba siempre el sombrero puesto.
El abuelo con una amplia sonrisa le respondió:
-Yo ya perdí a mis abuelos, a mis padres, a la abuela, y aunque quiera ir con ellos al cielo, aún no puedo, todavía tengo cosas que hacer aquí abajo, pequeñajos que cuidar -le revolvió el pelo al pequeño- así que no puedo permitirme mirar hacia arriba ahora, tengo que mirarte a ti y a tus padres, sois mi motivo para estar todavía aquí.
El niño no comprendió muy bien lo que su abuelo quería decir, pero al ver una mueca de tristeza al acabar de hablar el anciano, decidió no comentar nada.
Pasaron los años y el niño se hizo mayor, entró en la universidad y ya casi no tenía tiempo de visitar a su abuelo, pero un día sintió que tenía que hacerlo, y olvidó los planes de estudio con sus compañeros, olvido los exámenes, lo olvido todo, solo siguió esa corazonada que le decía que tenía que estar junto a su abuelo lo más rápido posible.
El niño no tan niño ya llegó a la antigua granja de su abuelo y sintió un escalofrío que recorrió toda su espalda, erizando el pelo de sus brazos. Entró en la casa y busco a su abuelo en el salón, él estaba sentado en silencio, mirando un álbum de fotos antiguo.
-¿Estás bien abuelo?¿Te encuentras bien?
El anciano levantó la mirada y la posó en los ojos del joven, y él solo encontró una gran tristeza en la mirada del anciano.
-Me tengo que ir.
-¿Qué quieres decir?- preguntó, aún sabiendo la respuesta antes de que contestará.
El anciano levantó su brazo y cogió su viejo sombrero, que ya no tenía sobre la cabeza y reposaba sobre una mesa.
-Esto ya no me pertenece, ya no lo necesito, ahora te toca a ti guardarlo hasta que lo necesites para cuidar a tus nietos, guárdalo bien, es muy importante para mí.
El anciano colocó el sombrero sobre él mientras le acariciaba la mejilla, el joven se sorprendió al notar la presencia del sombrero en su cabeza, un torrente de emociones sacudió su interior, notaba el dolor de la pérdida de mucha gente importante en la vida de su abuelo, notaba la esperanza y fe de este, la fuerza con la que había luchado toda su vida.
-Gracias abuelo, lo cuidaré como se merece.
-De nada jovenzuelo, sé que sabrás cuidar de él incluso mejor de lo que lo hice yo, ahora dame un beso y vuelve a casa.
El joven se agachó junto a su abuelo y tras darle un beso en la mejilla le propinó un fuerte abrazo, no quería irse, pero entendía que era lo que su abuelo quería.
Volvió a Madrid, a su casa, y guardó el sombrero al fondo de un armario entre lujosas telas.
-Ya solo queda esperar abuelo, ya solo queda esperar.
Una semana más tarde su madre le llamó y le dijo entre sollozos que el abuelo había muerto. El chico simplemente miró al cielo, mientras una lágrima recorría su mejilla, y dijo para sí mismo y para su abuelo:
-No te olvidaré nunca abuelo, gracias por haber sido como otro padre y haberme enseñado todo lo que pudiste,
te quiero, abuelo.
Manu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario